Apariciones en el jardín #3 — Molly Nilsson
Hace unos días me encontré caminando por Hiroshima Street: un set b&w ambientado en alguna peli noir interpretada por galanes que se topan con el amor de su vida o con la soledad, en éste caso, participe de History (2011): cuarto disco de –y me pongo de pie– Molly Nilsson (1984). Sería imposible citar éste disco sin mencionar cortes como I Hope You Die, You Always Hurt the One You Love o The Bottles of Tomorrow: todos a señalar a la hora de reconocer los esenciales de su discografía pero ésto, he de decir, no sería más que engañarse a uno mismo: Nilsson muchas veces se explaya no en un corte sino en todo un álbum: proyectos a escucharse como tal sí es que uno busca, en realidad, mimetizarse por entre sus paisajes sonoros y letras que coquetean con el arrumbamiento anímico y la fe, siempre presente, en romances de corte nictofílicos pero ponerme a relatar cómo descubrí su catálogo quedará, quizás, para otro día — who knows.
Me limitaré a decir, eso sí, que parte de su encanto y misterio viene por la multitud de paisajes que parecerían corresponderse, unos con otros, sin sacrificar su ambigüedad y/o universalidad: cortes-nexos como The Clocks o Qwerty; tajadas confesionales como Hotel Home o In Real Life; las ráfagas eléctricas que dan percusión [de pseudo marcha] a cortes como City of Atlantis y/o The Party, uno de sus Intermezzos (interludios instrumentales) más tintineantes y prematuros: incluso allí brilla la noche y Hiroshima Street da lugar a que ésta se extienda por todo el disco hasta la llegada, al menos, de Skybound y la reconciliación con uno mismo camino a casa, tambaleante, después de atisbar el lucero del alba a través de la ventana de algún bar.
Inertia… Inertia… Arden los ojos en la noche y no pareciera haber más nadie en el cosmos excepto uno y el cielo y las estrellas y la grandeza del mundo y… ¿qué más?, ¿Qué más podría cautivar la mirada de la introversión? La impaciencia personal, la corporeidad que amenaza con desmayarse en cualquier momento y los recuerdos… Todos ellos como lucecitas también de la bóveda cerebral, digo, celeste. No puntuaré el disco, es más, sólo diré que es excelente y que más allá del oscurantismo que pareciera caracterizarla, Nilsson no es más que la última romántica y el mundo, en consecuencia, el nombre de un trago amargo que primero marea y luego des-esperanza.
In the eyes of lovers every
sight's divine
Not waiting for the others yet never quite on time
Hoping for disasters but praying through the night
We'll blow ourselves to pieces, shattered by the light
Walking down Hiroshima street
Ambassadors and diplomats wouldn't help us if they could
They'd watch us from afar and then turn their eyes for good
Say ‘nighty-night’ to everyone in this part of town
Or see me meet my destiny when I'm walking down...
Walking down Hiroshima street
Don't expect some miracle to save you this time, girl
The ashes of your memories or the history of the world
A hundred years of labour will fall into the dark
Destroying my whole universe only needs one single spark
I’m walking down Hiroshima street
In another time in another life
We'll go back and we'll make it right
Now there's not much more I can say
But that i'll carry you with me the whole way
I'm walking my Hiroshima street.
—Molly Nilsson, 2011.