Hoja #2
¿Estaré siendo honesto conmigo cada que deseo, por ejemplo, ocupar el lugar del otro? Hablo de su cuerpo, de su rostro, su figura toda. Y pienso en lo absurdo que sería, por un día, ser siquiera otra persona. De recibir también sus problemas, sus tareas —cumplidas o sin cumplir, eso no importa— y sus promesas, todas ajenas a la mía. No soy él. No soy ella. Y eso está bien. Todo es raro cuando la percepción, en lugar de soplar a favor, se esparce por el aire y se aleja, cada vez más, hasta alcanzar el vertiginoso desconocimiento de uno mismo: nombre, edad, sexo, altura, peso, afiliaciones político-filosóficas y estéticas y aspiraciones y un sinfín de cualidades que, en mí, son irremplazables por las de alguien más. Eso me gustaría creer en días como éstos —de desazón o desconvencimiento— pero forzar la soga no haría más que tensar los nudos que ya están, ...